Repensando el patio escolar

Patio escolar establecimiento municipal, comuna de Lo Prado, Santiago. Foto: Joaquín Fermandois

 

Al hacer el ejercicio de observar un patio escolar, una de las primeras cosas que resalta a la vista es que poseen una cancha deportiva. De diferentes materialidades (asfalto, baldosa, tierra), suelen contar en su mayoría con arcos de fútbol y aros de básquetbol. Puede que estén bien delimitadas, o que esto se deje a la imaginación, abundante en la cabeza de los estudiantes, los y las que con destreza y creatividad hacen de lo que tienen un sitio donde jugar y divertirse entre clases.

Sólo en el área de párvulos (salas cunas, jardines infantiles y prebásica) es usual encontrar juegos, los que suelen emular los que existen en plazas y parques. Si es que algún tipo de juego se ve en el resto de los patios escolares son taca-tacas, mesas de ping pong y, no en pocos casos, maquinaria para hacer ejercicio, la misma que también encontramos repartida por la ciudad. Pareciera que cuando se crece la única posibilidad de juego en el exterior es el deportivo, a quien no le guste el deporte debe traer sus propios juegos, en muchas ocasiones huir del espacio invadido por la actividad física o recluirse en la biblioteca, donde podrían encontrar juegos de mesa u otras actividades.

Al o la deportista se le coloca una cancha. El o la que no, pareciera que debe contentarse con sus propias posibilidades.

Concuerdo en que el deporte es de suma importancia, en especial en la etapa de crecimiento y formación de las personas, ya que combate la obesidad, mejora el rendimiento académico (según se ha demostrado) y es un importante elemento de sociabilidad. Los niños y niñas suelen pasarla bien cuando juegan a la pelota. Suelen identificarse, aunque sea superficialmente, con un equipo de fútbol -por lo general el de los padres, o el del mejor amigo o amiga. Sin embargo, cabe preguntarse si después de las horas obligatorias de Educación Física que el Ministerio de Educación exige a los establecimientos educacionales acreditados, -y suponiendo que se cumplen- no se podrán abrir otras posibilidades de entretención, en especial pensando en aquellos y aquellas estudiantes que no poseen especial interés en el deporte.

Este tema, además, adquiere una perspectiva de género cuando vemos que son los estudiantes hombres los que suelen ocupar los espacios deportivos del patio en los recreos (es decir, casi todo el patio) relegando a las mujeres a buscar lugares protegidos de los movimientos casi anárquicos del balón. En este punto quiero mantener la idea de que son las mujeres las relegadas, ya que, a pesar de que el fútbol (como hemos visto especialmente con la selección femenina este año) ha ganado terreno en el mundo femenino, siguen siendo los estudiantes hombres los que más lo practican y por tanto los que suelen ocupar los espacios deportivos de los patios escolares. He visto incluso casos donde las mismas niñas exigen algún espacio que no esté dedicado al deporte, para que ellas no tengan que buscar entre recovecos lugares donde jugar.

El patio escolar no puede ser un tema menor cuando pensamos la escuela. Es el momento en que los y las estudiantes aprovechan de liberar tensiones, jugar con los amigos y amigas, explorar sus sensibilidades o aplicar con creatividad lo aprendido en clases. También puede ser un espacio de refugio para muchos y muchas que no sienten satisfecha su curiosidad e intereses en las salas de clases. También, como arrojan diferentes estudios, es el segundo lugar donde más ocurren actos relacionados al “bullying” después de la sala de clases.

Para un niño, o niña, que gusta de otras actividades que no son el deporte -o que, por temor a las burlas que genera su falta de habilidad lo evita, o simplemente disfruta de la soledad-, no encuentra un espacio en el establecimiento donde poder gozar de sus gustos, ir a la escuela puede ser un suplicio aún mayor que el que de por sí es; para muchos, al menos. Puede ser otra causa más para el ausentismo escolar, problema grave en Chile, donde en 2015 tuvimos a uno de cada tres estudiantes con ausentismo crónico, es decir, faltando más de 20 días al año (La Tercera, 2016).

Para Yuriko Saito, en su libro Everyday Aesthetic (2007), los aspectos estéticos de nuestra vida cotidiana tienen consecuencias concretas en los planos ambiental, moral, social, político y existencial. No son, por tanto, innocuos. No es lo mismo jugar en un patio duro, reglado, posiblemente techado a modo de un galpón, que en uno donde la sombra la proyectan árboles, o el terreno se ha dispuesto de tal forma que hay pequeñas colinas, o mobiliario que puede ser usado para sentarse, jugar, saltar de uno a otro lado.

Es importante pensar en otras formas de constituir los espacios de recreación en las escuelas (los patios). Actualmente no existe una visión que integre otras maneras de concebir el tiempo libre que no sea a través de actividades deportivas, de tal forma es que se construyen espacios multifuncionales que solo a la fuerza podrían ser utilizados para otro fin. Esto lleva a que el diseño del patio termine excluyendo a aquellos que no se sienten llamados hacia la actividad deportiva. Parece un imperativo repensar la manera en la que construimos los espacios escolares de distensión, debiendo atender a la experiencia que estos posibilitan en los y las estudiantes -usuarios y usuarias del espacio-, entendiendo sus prácticas y usos en ellos.

Resulta imperativo pensar en los y las estudiantes, escuchar su voz, ya que serán quienes harán uso de esos espacios. De esta forma se podría abrir la posibilidad de construir estos espacios atendiendo a la experiencia que generan, y – ¿por qué no? – apuntar a una función más de juego y didáctica, antes que pedagógica y disciplinaria.